viernes, 19 de abril de 2013

No tan pronto, por favor


Hay pocas cuestiones más sensibles que los efectos que la publicidad y el comercio tienen sobre los niños y en particular el impacto que tiene en su sexualidad. En Reino Unido en particular, basta un reportaje periodístico mostrando a una niña pequeña vistiendo un biquini sensual o calzando tacones altos para provocar una tórrida catarata de informaciones alertando de las consecuencias de lo que los británicos denominan la "sexualización y la comercialización de los niños".

La conclusión inmediata de los tabloides es que hay que proteger a los niños de esos peligros. Y la manera de protegerlos es separarles de los factores de riesgo. Es decir, prohibir la venta de la ropa infantil demasiado sensual, prohibir los anuncios demasiado eróticos y hasta prohibir los vídeos musicales demasiado insinuantes.



La sexualización precoz afecta en mayor medida a las niñas. Claro que hay un problema, sobre todo en relación con ellas; tiene relación con el papel de la mujer como objeto sexual y se ha ido adelantando la edad en que las menores se convierten en ello. Este trasunto se ve alentado por el desarrollo cada vez más temprano de las niñas y, también, por la aceptación social de ese papel de mujeres en pequeño. Las niñas se ven animadas a proporcionar imágenes o comportamientos que no les corresponden por su edad. Y en ello influyen no solo los medios de comunicación, la publicidad o los contenidos por Internet, sino también la educación, que pasa por esos filtros como "las revistas para adolescentes o los programas de televisión que también están a su alcance".

Rocío Giles Mancilla


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