jueves, 28 de febrero de 2013

"Hace ocho meses que no veo a mis hijos por culpa de los recortes”


Los mismos recortes que excluyen de la sanidad pública a los inmigrantes sin papeles o reducen el número de profesores reduciendo la calidad de la enseñanza, afectan ya a derechos aún más básicos. Como el de ver a los propios hijos. Decenas de padres y madres separados o divorciados de la Comunidad de Madrid que, para hacerlo, tienen que acudir por orden judicial a un Punto de Encuentro Familiar (PEF) pasan meses sin poder hacerlo. El Gobierno madrileño cerró el año pasado seis de los ocho centros de este tipo que tenía. La lista de espera puede llegar al año.

Es el caso de María (nombre figurado). “Hace ocho meses que no veo a mis hijos por culpa de los recortes”, dice. Tras separarse de su excompañero y denunciarlo por maltrato, la juez de violencia que estudió su caso lo archivó —la Audiencia de Madrid acaba de ordenar reabrirlo— y otorgó la guardia y custodia al padre. ¿La razón? Según la sentencia, María habría puesto a los niños en contra de su progenitor y presunto maltratador (ella lo niega) por lo que, además, debería pasar tres meses sin poder visitar a los menores. Transcurrido ese plazo podría volver a verlos en fines de semana alternos, pero siempre en el punto de encuentro de Las Rozas. Y bajo la supervisión de un profesional. Ese plazo se cumplió el 3 de octubre, pero hoy, casi cinco meses después, María todavía no ha podido ver a sus hijos. Y solo puede hacerlo en el PEF porque así lo manda el juez.


Como esta mujer, cientos de personas deben acudir por orden judicial a estos centros autonómicos o municipales si quieren visitar a los niños. Las consecuencias de ello son diversas. Por un lado, si se da un caso de maltrato o divorcio conflictivo, cuando los niños pasan meses sin ver a uno de sus padres se interrumpe el vínculo con ellos y se produce un abandono afectivo. El niño tiene respecto del progenitor que no ve la sensación de que este lo ha abandonado, que no le quiere, algo que solo se puede superar con un proceso de adaptación. Estas y muchas otras, son las razones por las cuales, el niño cuando alcanza una etapa de madurez y ve que a lo largo de su vida le ha faltado el apoyo mutuo de sus padres, empieza a tener rencor e incluso acciones violentas y de desprecio hacia los mismos. Por otro lado, opino que los recortes son los responsables de una parte de la ruptura del vínculo familiar. Me explico, en la Comunidad madrileña de ocho centros de los que se disponía para el encuentro entre el padre y el hijo, debido a los recortes, se han reducido a tan sólo dos. Como consecuencia de ello, ahora el período para ver a un hijo se puede llegar a prolongar hasta un año. ¿Cómo es posible que hayamos llegado a esta situación? Los derechos de los ciudadanos están por encima de la situación económica que sufra el país. Son los pies del país, sin ellos, ¿ a dónde vamos a ir a parar?

Rocío Giles Mancilla

3 comentarios:

  1. Esa misma pregunta nos preguntamos cada vez más personas ¿a dónde vamos a ir a parar?. ¿Éste es el estado de bienestar que nos prometieron, que dijeron que iban a reimplantar y mejorar? Nada más lejos de la realidad.

    Se recorta en educación, sanidad y justicia, pero ellos cobran cada vez más y roban lo impensable. Pero estos datos están ya muy vistos, son generales. Lo que de verdad impacta son vivencias reales, que día a día cada vez más salen a la luz.Esperemos que que se conozcan estos casos, haga modificar ciertos programas políticos.

    Coger la tijera y recortar sin mirar las consecuencias no funciona. En España hay problemas sociales, que como este pueden empeorarse si no dan solución. Los divorcios están a la orden del día y los Puntos de Encuentro familiares son necesarios, no todas las parejas que se divorcian tienen la suerte de llevarse bien, y hay casos en los que el maltrato está de por medio. Si los eliminan ¿esas personas, qué haran?

    La subida de tasas de la justicia sólo hará que personas con con problemas importantes no puedan poner una denuncia, quizás eso es lo que quieren, que no moleste el pueblucho con sus aburridos temas. En este caso en concreto y en todos los que esté un tema de divorcio por en medio, los que más sufren y sufrirán son los hijos, ¿también hay que destruirlos a ellos?

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  2. ¿A dónde vamos a ir a parar? Esa sería la pregunta que a todo español le gustaría que nuestro gobierno le respondiera. La respuesta en simple. Vamos cuesta abajo, en una rampa en la que no somos capaces de frenar y todo ello gracias a las excepcionales medidas de un gobierno y uno políticos que accedieron al poder y fueron votados por sus promesas de hacer de este país, un lugar donde reinase la justicia y la igualdad.

    Por ahora, siguen gobernando y los cambios han sido mínimos en cuanto a los derechos sociales porque, como dice mi compañera Clara, sí se ha recortado en sanidad, educación y justicia. Derechos que para las personas resultan esenciales, básicos y necesarios.

    El caso de esta noticia es un elemento más que se suma a la larga lista de injusticias que estamos presenciando en los últimos años. Que un padre o una madre no puedan ver a sus hijos en un plazo máximo de un año es algo inadmisible. Todo problema tiene una solución.

    No se puede tirar la piedra y esconder la mano. Es evidente que el hecho de cerrar los otros seis Puntos de Encuentro Familiar ha sido un error. Como bien dice Rocío, las consecuencias que derivamos de ellas son muy negativas. No todos los divorcios acaban teniendo una buena relación y eso no es culpa de nadie y mucho menos del hijo que ellos han criado. Todos los padres tienen el derecho y el deber de ocuparse e interesarse por el estado de sus hijos. Si no lo hacen ellos, ¿qué tenemos que esperar a que nuestro gobierno haga algo mejor? Antes se acaba el mundo…

    Este sistemas está hecho para los ricos y los poderosos, el resto intentamos sobrevivir con las injusticias.



    María Giles.

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  3. Llegados a este punto, cabría preguntarse ¿Qué podemos hacer?

    Enunciada así, la pregunta es bastante difícil de responder, pero podríamos empezar por despejar la incógnita e intentar simplificarla, para a partir de ello, como en cualquier formulación matemática, avanzar en su resolución.

    Empecemos por intentar, dentro de este laberinto, consensuar que es lo que no debemos hacer y tal vez podamos sorprendernos gratamente al ver que la salida existe.

    Hasta ahora, se intentan aportar soluciones tirando de manual, sea este más o menos ortodoxo.

    Según criterios académicos, más o menos dogmatizados, se procura aplicar recetas utilizadas con anterioridad en función de las variables manejadas o de datos obtenidos o proyectados a futuro con formulas conocidas.

    Se extrapolan simulaciones, etc, pero todo, absolutamente todo, sin cuestionar el sistema.

    Cuando se alza alguna voz al respecto, rápidamente impera la ortodoxia, cortándola de raíz, bien por radical, bien por panfletaria.

    Es decir, como si el médico ante un cuadro clínico desconocido, viendo que el enfermo no reacciona, se empeñase en “el libro dice lo que dice”.

    Aunque difícil de entender por la praxis de la clase política dominante, parece que en principio no sería descabellado pensar que no debiéramos seguir aplicando una política económica totalmente equivocada obsesionada en un control a ultranza del déficit que no hace sino acrecentar el disfuncionamiento del sistema, máxime cuando se pretende conseguir en plazos de tiempo de difícil asunción social.

    Cierto que acotar y reducir el mismo es necesario, tanto en este como en cualquier otro sistema, por puro sentido común y de eficiencia, pero, en ningún caso a cualquier precio.

    Posiblemente una de las mayores lecciones de la situación actual lo sea, independientemente de cualquier otro factor, la necesidad de evitar despilfarrar y gestionar costos de manera rigurosa con la visión puesta en la sostenibilidad del propio planeta.

    Además, llegado a este punto tendríamos que ponderar ciertas premisas a saber:

    No podemos asumir como déficit del Estado lo que es privado, en un 90 % bancario.

    No podemos seguir respaldando y avalando deuda bancaria por deuda de todos.

    No podemos socializar las perdidas cuando el sistema no permite socializar los beneficios.

    El aceptar que como mal menor hay que rescatar al sistema bancario, es ir contra el libre mercado que tanto nos gusta recordar.

    Estamos convirtiendo deuda privada en pública por unas cuantías imposibles de asumir y ello está arrastrando a la quiebra del Estado.

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