El cardenal Roger Mahony tiene 76 años. Es, por tanto, uno de los
llamados a elegir, bajo la cúpula de la Capilla Sixtina, al próximo
Papa. El problema es que Mahony tiene un pasado muy sucio. Durante sus
26 años al frente de la diócesis de Los Ángeles, el cardenal encubrió a
129 sacerdotes acusados de abusar de menores. Entre otras maniobras, los
iba cambiando de diócesis para ayudarlos a eludir la acción de la
justicia o evitaba que acudieran a terapia para que los psiquiatras no
pudieran avisar a las autoridades. Ahora, la revista italiana Famiglia Cristiana y la organización estadounidense Catholics United acaban de poner en cuestión la conveniencia de que el cardenal Mahony
viaje a Roma para participar en el cónclave. ¿Debe un papa ser elegido
con el voto de quien, en vez utilizar su poder para socorrer a las
víctimas, se situó al lado de los victimarios?
La respuesta parece clara, menos para Mahony. A través de su blog el cardenal ha declarado que está deseando coger el avión y plantarse
en el Vaticano. Eso sí, antes, el día 23, tendrá que comparecer ante el
tribunal estadounidense que instruye el expediente de más de 12.000
páginas que detalla la actuación de los 129 sacerdotes. El pasado 31 de
enero, tras la lectura de las acusaciones, el actual arzobispo de Los
Ángeles, José Gómez, dijo que había sido una experiencia “brutal y
dolorosa”, que lo que allí se relata es “triste y malvado” y, en
consecuencia, decidió destituir al cardenal de todos sus cargos.
Mahony tiene prohibido ejercer tanto labores administrativas como
aquellas ligadas a su condición de cardenal, confirmación de fieles u
ordenación de presbíteros. No obstante, Roger Mahony conserva el
derecho de participar en la elección del nuevo Papa. ¿Lo hará?
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